Mein Engel über den Himmel ~ V. “El fin del mundo”.

LII. Convergencia.

«No le tengas lástima a los muertos,

tampoco a los vivos,

sino a los que están en medio.»

   Lucius terminó de arrancar su camioneta y aceleró con toda fuerza mientras las nubes terminaban de enmudecer el cielo. Las luces ya no bailaban, el ominoso rugir de las trompetas cesó y la lluvia estaba seca. A pesar de haber cesado el concierto infernal, aun se escuchaba actividad en el cielo, de vez en cuando se escapaba algún color travieso, otros momentos no había nada. El camino era oscuro y espeso, no había luz en las calles salvo el espectral y agónico resplandor de los faros de la camioneta, aunque de vez en cuando destellaban espectrales los candelabros de las personas que temblorosamente se aventuraban a salir de su casa y ver qué entendían. «Pero no hay nada que entender, no hay nada que ver, nadie a quien saludar y ningún lugar en dónde estar.» Pensaba Abigail mientras miraba por la ventanilla cómo corría un anciano por la calle mientras una sombra le perseguía de cerca. Darla lloraba en silencio después de ver como un hombre arrebataba una antorcha a una joven, quien cayó y contagió su falda con fuego, logrando encenderla toda mientras el hombre corría dejando atrás la fogata que lloraba a gritos. «Juro que no volveré a venderle jamón a ese hombre, aunque sea el mejor cliente. Dios mío ¿Por qué nos has abandonado?» Lucius no pensaba en nada más que en llegar, no miraba lo que pasaba a su alrededor, no quería hacerlo, porque si lo hacía, sabía que iba a colapsar. Seguía sin comprender todo lo que sucedía, pero estaba seguro que todos los involucrados tenían un propósito, incluso Darla, incluso Abigail. «Tal vez los demás también. Ese hombre, aquel niño. Todos tienen un propósito en el mundo, aunque solo sea venir a morir, esos son los más afortunados«. Creyó murmurar mientras confirmaba la distracción de sus pasajeras. Unos segundos después, disminuyó la velocidad, activando la curiosidad de su hermana.

-¿Qué sucede hermano?

Ya vamos a llegar, Darla. Niña, ¡despierta!– De momento el carro se detuvo.

-¿Hermano? 

-¿Ya llegamos? ¡Oow, huele horrible!

-Llegamos… pero estoy seguro que ese árbol no estaba ahí.– Las chicas dirigieron su mirada a donde señalaba Lucius, solo para notar que ese árbol, lo suficientemente frondoso como para pensar que ya tenía tiempo ahí, se encontraba en el medio del camino, obstruyendo naturalmente el paso.

¡Bájen rápido! Escuché gritar a alguien.

*

   -No existe mayor discriminación que no ser permitido entrar a su propia casa. Jovencita, «Nadia» ¿Me equivoco? Levanta el hechizo de contención por favor. Estás haciendo el ridículo.

   -¿Quiénes son «tus amigos»?

   -Regresé del extranjero hace apenas unos días y vengo a descubrir que mi pueblo natal se encontraba asediado nada menos que por Los Seis, y no solo eso, sino que también se encontraba activado un hechizo de contención independiente, tan fuerte que no pude romperlo yo mismo. ¡Necesitaba ayuda para entrar! Entonces hice un pacto con ellos, mis amigos, para poder entrar fácilmente, aunque no estoy del todo orgulloso de ello, he de aclarar.

   -¿Cómo pudiste? Eres miembro real de la familia Engelberg, no se supone que debas hacer tratos con el enemigo.

   -¿Cual fue el pacto con ellos?- Añadió Marcovick

   -Es muy sencillo, ellos me dejan entrar, yo les doy algo que quieren. Esto podría terminar con el conflicto.

   -¡No te atrevas! No voy a dejar que pongas un pie dentro de esta casa.– Agregó Nadia furiosa.

   -Es decepcionante. si acaso tuvieran una visión del mundo más… progresista, se darían cuenta que lo que hago es lo correcto. La familia no debe estar regida por una niña consentida. ¡Déjame entrar Impura! O haré que te arrepientas…

   La casa volvió a desplegar sus defensas, provocándole un malestar a todos afuera. Nadia detuvo el proceso dejando solo a Basil afectado, quien arrodillado vomitaba lo poco que le quedaba de saliva. Marcovick se acercó a él para arrestarlo, pero fueron interrumpidos por un golpeteo profundo y sordo; como un tambor de guerra sonando en la distancia, erizando la piel de Inka. A lo lejos un hacha gigantezca era arrastrada dejando una huella lineal profunda en el espacio que dejaban otras dos huellas pesadas, el sonido constante de los pasos y el arrastre del hacha se apreciaba más cerca hasta que llegó al primer espectro de luz, revelando una figura horrible que caminaba firme bajo la luz amarilla de las farolas, expidiendo un olor putrefacto y lo que parecía ser la sonrisa más horrible del mundo, mórbida y enfermiza, con los labios descarnados y escurriendo espesas tiras de sangre oscura casi sólida, la cabeza, cubierta hasta la mitad con una capucha puntiaguda negra con dos orificios que brillaban siniestramente mientras se acercaba a escasos metros de Inka, quien aun de espaldas miraba sobre su hombro la apocalíptica visión.

   –O Señor, ten piedad… !Es Carnifex! 

   Las peores pesadillas de Marcovick se volvían realidad. Siempre vio venir el terrible proceso en el que estaba a punto de intervenir, pues la cúspide de todo había llegado; La hora de decidir entre su peor miedo y la más horrible de las muertes. Sabía que ninguno de los presentes, incluso Nadia o Basil comprenderían el nivel tan indómito de miedo que sentía. Nadia miraba asombrada lo que sucedía desde dentro de la casa y solo veía un destello colear las copas de los árboles, sabía también que el momento había llegado y que tenía que comparecer. Basil se sorprendía a sí mismo sobre lo bien que había salido su plan, se sentía tan obscenamente orgulloso que casi sintió a Dios comiendo de su mano. La casa sabía que nunca antes se había generado tanta entropía como este momento en particular, y ella también sabía lo que eso significaba.

  A lo lejos unas luces de carro se apagaban y tres figuras se acercaban lentamente mientras Carnifex se apartaba a la derecha caminando varios pasos, al poco tiempo la luz de las farolas despejó el misterio de los caminantes revelando a Darla VanFleet caminando del brazo de su hermano y la pequeña figura de Abigail Rosenthal caminando detrás alegremente.

   -«Y el Señor los reunió a todo en un lugar que en hebreo se llama Armaggeddon

~Katzenberg.

~ por Katzenberg en agosto 5, 2015.

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